jueves, 14 de marzo de 2013

Sobre sueños y mundos imaginarios

¿Quién puede decir que nunca soñó? Según neurólogos y cantidad incontable de psicólogos, nadie. Porque es una función biológica y esperada del cerebro, lo que lo hace necesario. De modo que si no soñáramos, seguramente afectaría a la capacidad mental y el fino hilo de la cordura se cortaría, de una vez y para siempre. Así que es correcto decir que todos (excepto casos extraordinarios) nos sumimos al dormir en estos mundos fantásticos y desconocidos. En ellos, nos sentimos libres y capaces de hacer lo que sea, o quizás inhabilitados de hacer una simple acción como caminar o hablar. Igualmente, todos creamos en nuestros subconscientes estos mundos imaginarios, como me gusta llamarlos. Aunque, no siempre tenemos control sobre ellos. De hecho, muy pocas son las personas que pueden controlar sus acciones dentro de los mismos o la forma en que avanza el desarrollo del sueño. Hoy me gustaría hablar de esas personas. 

Orgullosamente, tengo que decir que me considero en parte miembro de ese selecto grupo de humanos que tienen la habilidad de controlar sus propios sueños. Pero eso sí, cuando tengo conciencia de que estoy en uno. Pienso que a muchos les debe pasar que estando sumido en el mundo de Morfeo, uno no se percata de que puede estar en la vigilia del sueño. Tal y como dice Descartes, muchas veces no podemos distinguir de la realidad y la fantasía de los sueños. Muchas veces, estoy en el traqueteo de mi vida diaria tratando de que las cosas me salgan lo mejor posible, lo cual es una empresa bastante difícil de afrontar, y en un suceso repentino acabo en mi pieza recostado en mi cama, todavía empezando el día; cuando en el sueño, el mismo estaba ya terminando. Son esas bifurcaciones entre lo imaginario y lo real, a lo que más le temo cuando voy a dormir. Porque así como los momentos tediosos se esfuman en un abrir de ojos, situaciones ideales e idílicas caen en pedazos con el sol de la mañana. Nadie quiere vivir un día malo dos veces ni obtener la ilusión de uno ideal.

Una peculiaridad que encuentro en mis sueños es que siempre comienzan como pesadillas, donde no hay brujas ni monstruos, o mansiones embrujadas, sino que habitan en él ciudades inmensas y poblados inverosímiles pero estos se hallan desiertos e invadidos por la niebla y la ruina. Como escenarios grises y cenicientos me persiguen a dónde quiera que vaya, y queda en mi poder la tarea de volverlos a la vida e impregnarlos del perfume de las historias que quedan en mis recuerdos. Sin embargo, no todas las historias de la memoria son dulces y armoniosas, ya que algunas ocultan una amarga sensación y un dejo a oscuridad. Y precisamente con esos recuerdos, las ciudades y pueblos de mis mundos imaginarios comienzan a llenarse de criaturas imposibles y sonidos de ultratumba. Entonces, la pesadilla se transforma en oscuridad. 

Por eso, el control en estos mundos es esencial. Tomar las riendas de los mismos depende de cada uno de nosotros, porque este grupo del que hablo no lo forman seres sobrenaturales o humanos prodigio, sino aquellas personas que utilizan el arma más poderosa que tenemos, y ella es nuestra imaginación. Así que es necesario y un objetivo extremadamente valioso el de hacerla crecer y enriquecerla con mundos imaginarios en vela y sueños eternos de grandeza. 

Porque con la imaginación podemos matar dragones que guardan castillos, hallar tesoros piratas escondidos en playas gigantes o viajar al espacio a planetas lejanos. Pero sin ella, es muy probable que nos zambullamos de lleno en la oscuridad de nuestros mundos internos de pesadilla.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Las pinturas negras de Goya

Hoy me gustaría escribir acerca de uno de mis artistas favoritos, el cual siempre supo como cautivarme y dejarme atrapado dentro sus mundos por horas. Este no puede ser otro que el gran maestro Francisco Goya, quién se ha ganado su reputación como pintor de grandes obras tanto revolucionarias como costumbristas. No obstante, el día de hoy, quiero enfocarme en una serie de pinturas que marcaron la última etapa tanto de su vida como de su arte, y estas se conocen con el nombre de "las pinturas negras de Goya". Repletas de imágenes sombrías y crudas, generan en el visionado de las obras una sensación tanto perturbadora como fascinante, que doblega hasta la mente más escéptica. Aquellas pinturas que Goya pintaba allá en el siglo XVIII surgían de la necesidad del artista de crítica social y de su personalidad plástica que lindaba siempre entre los mundos del realismo y la fantasía.  Gracias a su estética cruda y amenazante, esta serie, también llamada "Quinta del sordo", es considerada una de las antecesoras del expresionismo, junto a las obras de Vincent Van Gogh y Robert Munch.

A continuación, creo que sería interesante analizar alguna de estas obras tan características y extrañas de este importante personaje.


Dos viejos tomando sopa

Esta obra es una de las que se encontraba en la casa del artista a finales de su vida. Destaca con pinceladas fuertes y rebozantes de pintura las manos y las facciones del anciano de la izquierda, para resaltar la decrepitud y vejez del mismo. El anciano de la derecha se asemeja a un cadáver, utilizándose en él tonos más apagados y ocres, simulando la proximidad a la muerte. El hecho de que estén tomando sopa nos insinua la idea de la pobreza de los ancianos, debido a que la sopa era considerada el alimento de la plebe en esa época. Resalta en esta pintura la crítica social que implementa Goya en contra de la pobreza, la vejez y el mal trato que recibe la tercera edad en el siglo XVIII.



El aquelarre
En "El aquelarre", Goya se aleja un poco del criticismo social y se acerca más a uno de sus grandes amores: el fantástico. Sin duda es un género que el artista maneja muy bien (véase Asmodea) y eso se refleja aquí. Obviamente sin desviarse de los tonos característicos de la serie (pardos, ocres y neutros), logra plasmar en su pintura una visión de caos, vulgaridad, abominación y herejía muy temida en el siglo XVIII. Cabe destacar que fuera de la colección de "las pinturas negras", hay una obra que lleva el mismo nombre y su autor es el mismo. La diferencia radica en las tonalidades usadas y el estilo de pincelada usada.


Judith y Holofernes
El cuadro recrea la escena de la muerte del General Holofernes por la joven y bella Judith de Betulia, quien lo seduce para luego decapitarlo, con el objetivo de salvar a su pueblo del ataque de este terrible militar. Esta obra está basada en otra anterior del maestro Michelangelo Medisi da Caravaggio (1599). Se piensa que el impulso por el cual Goya se decide a pintar esta escena se debe a la relación que mantiene con su amante Leocadia Zorrilla (aparentemente mujer casada con otro hombre, por el apellido), la cual es mucho más joven, y por lo tanto genera en el pintor un sentimiento de castración y de ceder el poder a la mujer. Aquí se observa al detalle algo muy característico a todas las pinturas de la serie, que es el encuadre dislocado de la escena. Esto se aprecia al encontrar a Holofernes fuera de escena y a la criada de Judith en la esquina inferior izquierda arrodillada. Y nuevamente, la paleta de colores sigue sin variar de los tonos oscuros y pardos, con algunos tintes de rojo.



Dos mujeres riéndose de un hombre
En este óleo se abren las puertas de la interpretación y vuelve a sonar la melodía del criticismo social. Las dos mujeres observan en tono burlesco al hombre, el cual tiene una expresión boba y deforme, lo que puede establecer la pauta de que es un retrasado mental o como se le llamaba en ese entonces, un idiota. Si se mira con atención puede apreciarse que la mujer de la derecha se ríe del hombre, mientras que la otra observa en un tono más serio y altivo. Esto hace clara referencia al sufrimiento que eran expuestas las personas mentalmente insanas en ese tiempo y a la poca seriedad con la que algunas personas tomaban el asunto. Vale reconocer que la luz está enfocada en los rostros y las vestimentas, aludiendo por ellas a que estas personas no formaban parte de las clases altas.



Saturno devorando a su hijo
En esta obra, Goya hace referencia al mito del inicio del mundo, en el cual Saturno (Cronos en la mitología griega) derrota a su padre Urano, con la ayuda de Gea, esposa del mismo, y lo castra. Saturno se junta con su hermana Rea, y tienen a Démeter, Poseidón, Hera, Hades y Hestia. Pero al enterarse por parte de su madre que uno de sus hijos le quitaría el trono, apenas nacían Saturno se los tragaba. Pero cuando Rea concibió a Zeus, Gea lo escondió de Saturno y le dio una piedra que tragar. Luego de un tiempo, Zeus finalmente derrota a Saturno, libera a los hermanos que fueron tragados y lo destierra para siempre a vivir encerrado dentro del Hades. Esta pintura se caracteriza por el uso del rojo entre todos los tonos pardos y ocres, lo cual aumenta la crudeza de la escena. Los ojos de Saturno aparecen grandes y exaltados, reflejando el temor de perder su trono a mano de sus propios hijos.


Si bien no son todas las obras que contempla esta bella y oscura serie, son las más emblemáticas y conocidas. En mi opinión personal, la serie de "las pinturas negras de Goya" es una de las más importantes colecciones en artes visuales de la edad moderna y su atractivo no reside tanto en la belleza de las escenas sino en las particularidades de las mismas, el uso preciso de la técnica y la interesante elección de Goya en su paleta de colores. Sin más que agregar, Goya fue y seguirá siendo uno de los mejores artistas que caminó sobre la tierra.