jueves, 26 de diciembre de 2013

¿Feliz navidad?

Como muchas otras personas, en estas fechas tan especiales, todos aprovechamos para juntarnos y disfrutar en compañía de la familia y los amigos. Reunirnos nuevamente con nuestros seres queridos parece ser lo que impulsa la celebración de estas fechas. Tanto es así que nos olvidamos de preguntarnos ¿por qué celebramos en ese día particular? o bien ¿qué es lo que celebramos exactamente?
Muy pocas veces recordamos reflexionar acerca del origen de las cosas, solo porque están consideradas convencionalmente como válidas para una gran mayoría de culturas. Aún así poseemos información suficiente para poder llegar a buen puerto con una aproximación acerca de la génesis de las fiestas. Entonces, alguien con un conocimiento promedio podría argumentar un origen ciertamente cristiano de la navidad, lo cual radicaría en el nacimiento de Jesús ese mismo día, el 25 de diciembre. Sin embargo, esta explicación estaría muy distante de la verdad, ya que el único origen que una mayoría de antropólogos e historiadores descartaría sería precisamente el que forma parte de la tradición judeo-cristiana. Por lo tanto, lo que me propongo hacer en esta entrada es llevarlo de la mano, a usted lector, por una serie de posibles comienzos de esta festividad. Veamos algunos.

Origen egipcio
Caracterizado como uno de los más inocentes y menos conflictivos con respecto a las creencias de la religión cristiana, se encuentra el origen egipcio de la navidad. Presuntamente, esta palabra que proviene del sustantivo natividad, significaría "Día Natal", lo cual configura en simples palabras el día de cumpleaños. Aunque este día no era celebrado, en un principio, por todos los habitantes del imperio egipcio. Era considerado privilegio único del faraón y los miembros cercanos al mismo. Según la iglesia católica esto era considerado un ritual sumamente innecesario y vanaglorioso, ya que sería absurdo festejar el día en que nace una persona periódicamente todos los años. Supongo que el comercio y la mano invisible de la economía no opinan los mismo.

Origen pagano
Este origen es uno de los menos aceptados por la religión cristiana debido a su alta correspondencia histórica y ubicación correcta en los eventos relatados en la biblia. Según antropólogos de la Universidad de Oxford, este rito comenzó con la muerte prematura del rey Nimrod, emperador de la Antigua Babilonia y responsable de la construcción de la torre de Babel, la cual fue destruida por una tormenta a causa de su altitud. Este rey fue uno de los más viles y corruptos emperadores que pisó Babilonia y para volver la situación peor contrajo matrimonio con su madre, Semíramis. Al morir su hijo-esposo, esta hizo creer al pueblo que su alma había sido divinizada y que la prueba de esto era una árbol que creció "de la noche a la mañana" para simbolizar la vida eterna de Nimrod. Así, ella todos los días 25 de diciembre (la fecha de nacimiento de su hijo) colocaría regalos bajo ese mismo árbol para el agrado del "dios". Con la conversión de los babilonios al cristianismo, esta costumbre fue heredada por la nueva religión.

Origen nórdico
El origen nórdico data de la Alemania precristiana, cuyos habitantes rendían culto a los dioses Odín y Thor. El rito más conocido es el de decorar un árbol, el árbol de Odín, con sangre y cabezas de sus rehenes de guerra. Esta actividad fue reemplazada por la llegada del cristianismo y el árbol fue dejando de tener cabezas y tripas, y comenzó a tener frutas y velas para honrar al dios cristiano.

Sin ganas de traumar a posibles lectores, me gustaría resaltar que esta entrada yo la hice para fines meramente informativos y culturales. Para poder pensar en las cosas en las que creemos y el origen de las mismas, y así apreciarlas de una forma distinta. Así que, dicho esto, les deseo una feliz navidad y un muy buen 2014.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Límites

Distinguir fantasía de realidad, verdad de mentira, hecho de ficción. Todas estas son dualidades que constan de una línea divisoria que marca sus extensiones, un límite. Algunas veces el límite es fijo y claro, otras (me atrevería a decir la mayoría) está difuso, difuminado, como si alguien lo hubiera dibujado con una carbonilla. Sin embargo, no todos los límites separan elementos sino que hay muchos que demarcan una extensión, una oportunidad. Y en estos casos, el límite nunca está definido, siempre existe la posibilidad de correrlo, de presionarlo más allá de su estado natural. Esto se manifiesta todo el tiempo tanto en el mundo natural como en el comportamiento del ser humano. Nosotros, como seres racionales (a veces no tanto) buscamos una veta, una grieta por la que sobrepasar el límite y liberarnos de la presión que ejerce sobre nuestra meta. Y acerca de esto es el tema del que quiero hablarles hoy.
En el lenguaje hay constantemente una búsqueda de delimitaciones tanto semánticas como terminológicas. Siempre se busca dotar a las palabras de claras delimitaciones en sus significados, en qué campo se desarrollan y hasta qué punto abarcan la definición de las mismas. El problema está en que la mayoría de los lexicólogos y especialistas en el léxico y la semántica no tienen en cuenta la vastedad del lenguaje humano y pretenden establecer límites concretos a significados que en realidad nada tienen de concretos. Tanto las palabras como los términos tienen cientos de acepciones y las divisiones que las separan están muy lejos de ser fijas, sino que fluctúan y varían con el correr del tiempo y gracias a diversos factores que se desarrollan en la mente de todos los hablantes. Por ello es que considero necesario un tratamiento más laxo, más gradual de los límites. No solo en el lenguaje, sino que en todas las áreas de la vida. Así como en matemática los límites siempre tienen soluciones variadas para reconocerlos (y sin embargo no son biunívocas), o en química, donde aquellos que separan a los elementos siempre son dependientes de las diversas uniones.
En mi opinión, las divisiones discretas de "lo uno o lo otro" no son naturales en el ser humano, sino que fueron impuestas a lo largo de la historia por pautas culturales y sociales, las cuales establecen elecciones binarias para comportamientos humanos. Está muy claro para cualquier persona que el comportamiento de un individuo no puede ni está basado en un número tan escaso de decisiones, sino que estas son infinitas. Nuestra posibilidad de elección es un derecho natural, es parte de nuestra libertad. Si bien, pensamos que hoy en día vivimos en libertad hay miles de elementos que pueden determinar lo contrario. Todo el día nos detienen límites imaginarios que se vuelven concretos tan rápido como un pestañear, como la barrera invisible que impone el consumismo, la aceptación pasiva de acciones por parte de gobernantes corruptos y hasta la misma destrucción de nuestro planeta. Estos límites no radican tanto en el no dejarnos avanzar sobre ciertas sino que nos refrenan en ellas. Ahora bien, algunos límites son necesarios para la vida en sociedad pero una cosa es poner límites y otra es abusar de ellos, e incluso de la falta de opciones a la hora de tratar de desplazarlos. 
La conclusión es simple: como especie, el blanco y negro para nosotros no existe, siempre se trata de una escala de grises. La solución, no obstante, dista mucho de ser fácil y accesible. El truco descansa en la limitación gradual, los límites que forman parte de una escala y cuyas dos opciones "binarias" son apenas los dos polos de esta misma. Es nuestro deber y nuestro derecho difuminar esos límites y flexionarlos para poder vivir con libertad.



El horizonte no es un límite, simplemente es una meta.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Cambios de rumbo

Una noche liviana de primavera como esta, un año atrás, en mi vida se produjo un vuelco. O por lo menos, en mi mente. En una noche como esta decidí darle un giro a mi futuro, eligiendo mi salud mental por lo próximos 50 años por sobre la posibilidad de entrar al tan ansiado por muchos, círculo de los pudientes. Esta última frase corre el riesgo de sonar un poco... alocada, pero sinceramente no hay mejor forma de describir este "switch" que transformaría mi manera de pensar para siempre (o por lo menos es lo que espero). Para ubicarnos mejor voy a echar luz sobre el asunto al decir que de lo que estoy hablando es de mi monumental y grandioso cambio de carrera. Sí, y lo afirmo con orgullo, ya que soy uno de los tantos partidarios del "estudiar lo que te gusta" y no hay otra forma de encontrar eso que te hace sentir vivo, eso que te llena y que sabés que podés hacer por el resto de tu vida, que probando y recogiendo experiencias. Porque lo vale. Y creo que lo encontré, después de haber probado solo tres cosas encontré lo que realmente buscaba. Pasé por Periodismo, Traductorado y finalmente arribé en Letras. No sé si seré uno de los escritores más grandes de la historia, o uno de los críticos más celebrados pero de una cosa estoy seguro: Mientras pueda vivir haciendo lo que me gusta, no me importa nada más. 
Sin embargo, el problema no radica en el puerto al que se llega con ese brusco viraje de timón, eso es fácil. La verdadera cuestión se encuentra en el la maniobra misma, en ese cambio de rumbo que cuesta alcanzar. Si bien todo sería mucho más fácil siguiendo una línea recta, sin complicaciones, ni variaciones en el curso, sin riesgos, también esto implica el no tener nada fuera de lo común, una caída en picada hacia la rutina sin parada. La vida es muy aburrida si todo es sencillo, predecible y vano. Por ello es que decidimos virar el timón en algún momento de nuestra línea temporal hacia cualquier lugar, hacia donde el viento nos lleve, algunos más, otros menos, algunos antes y otros después. Pero todos, TODOS lo hacemos. Tenemos que. 
Estos virajes, aunque necesarios, no siempre arriban a buenos puertos. Muchas veces viramos hacia una tormentas que no habíamos visto venir (o quizás sí) y nuestro barco queda atrapado en el medio de ella. Pero lo bueno del océano es que es enorme y hay millones de lugares por dónde escapar de una tormenta. Entonces digamos que no nos topamos con ningún fenómeno meteorológico extraño y llegamos a puerto. Todo está perfecto excepto por un pequeñísimo detalle: es un lugar en el que atracan muchos barcos piratas. No hay problema, porque estamos en el océano (el cual es enorme) y vamos a encontrar muchos puertos más. Así que a no preocuparse por los avatares de navegación porque estos son pasajeros, no así el último puerto. Ahh... el destino que te espera. Y casi siempre la pasarela de embarque está vacía, esperando a que tu barco atraque. Pero creo que ya fue suficiente de metáforas marítimas. Es hora de llegar al clímax de todo este asunto.
El punto entero de este viraje (atención que no solamente tiene que ser un viraje, es más, casi nunca lo es) es encontrar nuestro camino, es vivir propiamente con todo el sentido del término. No vivir como quieren nuestros padres, como nos dicta la sociedad, como nos refriegan en la cara esas revistas pomposas de chimentos baratos que nos muestran vidas totalmente irreales sino vivir bajo nuestros términos, bajo nuestro mando. El cambio de rumbo es mucho más que salir de la rutina, es libertad. En eso descansa la noción de opción. En la oportunidad de elegir cómo, cuándo y en qué circunstancias producimos el "switch". No es rebeldía cambiar de rumbo, sino que es parte de nuestra naturaleza, es lo que nos hace humanos y no autómatas sin razón. Y esto es aplicable tanto a un cambio de carrera, como a un cambio de aires hasta un cambio de compañía. 
Nunca hay que olvidar que los que decidimos hacer el cambio somos nosotros.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Vías de escape

Nos encontramos en un largo y oscuro pasillo, solo las luces rojas de emergencia salpican las paredes con una luz tenue pero de alguna forma cálida. Vemos oscuridad hasta dónde la vista nos deja ver. La puerta por la que entramos está cerrada, y para peor, no estamos solos. Algo nos acecha desde las sombras, tenemos que salir de inmediato... Esta situación es tan común, tan cotidiana que pasa inadvertida bajo el ritmo vertiginoso de nuestro ir y venir de todos los días. Sin embargo, siempre nos encontramos en constante búsqueda, alertas y sin bajar la guardia, de lo que podría servir como una vía de escape. Pero, ¿de qué escapamos? ¿A qué tememos tanto? ¿Qué nos impulsa a buscar una salida? Y a estas preguntas no tengo respuestas concretas, porque temores hay muchos y cada uno sabe cómo hacernos temblar de miedo: el temor al tiempo, a lo extraño, a lo desconocido, e incluso a la propia vida. Es así, que nos quedamos buscando aberturas o pasajes que nos alejen de ellos, que nos permitan tomar la suficiente distancia como para olvidarnos de que existen. No obstante, seguimos atrapados, encerrados en un delirio, en un sueño preciso y mentiroso, el cual nos hace creer que estamos afuera cuando en realidad ni siquiera estamos cerca de salir. 
Y la verdad es... que las vías de escape no existen. No hay salidas fáciles sin tener que enfrentarse a la oscuridad, no se la puede rodear ni esquivar. La única verdadera forma de escapar es enfrentarse a lo que acecha en las sombras, porque eso "otro" tiene la llave de nuestra salvación. No nos sirven ni las excusas, ni las promesas ni la arrogancia. En ese momento estamos solo nosotros y "eso" que nos paraliza y nos aterra, nadie ni nada más. Tenemos todas las armas que necesitamos, solo resta luchar. La vía de escape de cualquier situación está delante de nosotros, lo único que hay que hacer es llegar a ella. ¿Vamos a intentar cruzar o tratar de evitarla y encontrar otra salida? Eso queda en cada uno.


sábado, 24 de agosto de 2013

El confuso arte de interpretar

Muchas veces nos encontramos en situaciones no deseadas, momentos incómodos de los cuales es imposible salir fácilmente. Y entre incontables razones y causas que podamos encontrar para estos, la que resalta con más fuerza es nuestra inevitable y, a menudo molesta, manía de interpretar signos que en verdad no tienen ninguna conexión entre lo que en realidad significan y el sentido que les otorgamos. Como seres humanos, tratamos de buscar explicaciones ocultas, conspiraciones monumentales e incluso pasiones escondidas donde, de hecho, no hay nada. Cada palabra, cada sonido, cada silencio, todo en su conjunto contribuye a formar estos significados "made in mind", estos indicios fluctuantes que pueden llevarnos a comportamientos inimaginables desde un punto de vista lógico, o siquiera del sentido común. ¿Quién nunca imaginó toda una vida con un chico o una chica hermosa porque simplemente nos habló? ¿O pudo alguien resistirse a hacer algo estúpido solo porque pensamos que ese otro nos dio una señal? Y es que al dejarnos llevar por estos impulsos dejamos de ver la realidad como en verdad es, dejamos de razonar... Pero creo que en esto es en lo que se basa la mente humana, en recibir signos autónomos y relacionarlos con otros de una manera totalmente alocada, o en última instancia relacionarlos con signos inexistentes fabricados por nuestro cerebro, para formar significados complejos y "plenos de lógica". Y para luego, obviamente, actuar en consecuencia. Hay, sin embargo, una nota alegre: No todas las veces que nuestra habilidad para interpretar nos juega malas pasadas. Así es como tantos brillantes personajes e ideas surgieron a la luz durante toda la historia de la humanidad... Porque, si Newton no hubiera imaginado signos dónde no los había, no hubiera podido relacionar la caída de una manzana con la genial teoría de la gravedad. Y si August Rush no hubiera visto los colores de una música invisible filtrándose en el aire, hoy no podríamos disfrutar de sus maravillosas piezas. Entonces, creo que este arte que tenemos los seres humanos de interpretar signos no es tan malo después de todo. Pues, contiene esta habilidad tanto una cara creativa, con la cual podemos resolver problemas y responder preguntas ancestrales, y otra que es destructiva, capaz de llevarnos a la locura y a cuestionarnos nuestras acciones. Nunca sabemos con cuál nos hemos de encontrar pero, como en todos los aspectos de nuestra vida, tenemos que luchar: luchar por poder superar estos signos destructivos, por hacer realidad las conexiones que hace nuestra mente y por sobre todo, luchar por la felicidad. Quizás duela a veces, quizá nos desilusionemos cuando lleguemos a entender que lo que en realidad vimos fueron puntos interconexos que no llevaban a nada, pero ese es el precio por nuestra tan confusa habilidad. No puedo dar fórmulas mágicas para comprender este difícil sistema de representaciones mentales, pero puedo afirmar una cosa: Cualquier situación tiene solución, lo único necesario para encontrarla es recurrir al antiguo arte de interpretar signos.

viernes, 5 de julio de 2013

Una vuelta y listo...

"Una vuelta y listo". Así de fácil nos explicaban nuestros padres cómo atarnos las zapatillas. Eso sí, sin importar las vueltas que diéramos con los cordones, nunca era solo una vuelta. Algo que nos hacían percibir como sencillo y que en el interior contenía cierta dificultad mayor. Y en esto radica de lo que quiero hablar  hoy. La imprevisibilidad de lo complejo y lo simple que esto parece a primera vista. Hoy, cuando volvía de la facultad (a la cual había ido simplemente para entregar un parcial y para nada más... vaya suerte) me encontré con un compañero que había tenido un examen de gramática el día anterior y entonces, aproveché la oportunidad y le pregunté cómo le fue. Me respondió, con una mueca en situación de desengaño y desilusión, que simplemente le había ido fatal... Y no en el buen sentido de la palabra. Cabe decir que amo esa materia y me parece que es una de las materias más interesantes de la carrera (futuro lingüista hablando, ejem...), y por lo tanto no podía entender cómo le había ido mal si había estudiado. Lo que pasó fue que le habían tomado un tema (complementos y adjuntos del sintagma verbal), el cual él daba por sentado que sería de manera práctica con el análisis sintáctico, en forma teórica. Cuando me dijo eso, yo lo miré en una nota cómplice y con una mirada prejuiciosa mencioné que si sabía aplicarlo en el análisis, por qué no podía teorizarlo. Y en ese momento la duda e inconsistencia se hicieron presentes, pero no en él sino en mí, cuando inútilmente intenté esbozar una definición de la pregunta que le habían hecho en el examen. Me di cuenta de que había conexiones mucho más complejas dentro del concepto que de las que podría haber en su aplicación práctica. La inmanencia y el devenir me habían pegado y no estaba dispuesto a renunciar sin pelear, así que formulando un sistema de redes, logré en mi cabeza (con lo que podía recordar) una red de interconexiones complicadísima y así es como aprendí el valor de la imprevisibilidad de lo complejo. No siempre lo fácil es tan fácil, pero también lo complejo no siempre se sostiene en bases profundas. Así que hay que tener cuidado, cuidado no solo en los casos como el del ejemplo, en donde nos enfrentamos a un problema teórico, sino en los problemas de la vida. Siempre hay soluciones, pero a veces no están tan "al alcance de la mano" como pensamos o nos dicen.
No siempre basta con UNA VUELTA Y LISTO...

jueves, 14 de marzo de 2013

Sobre sueños y mundos imaginarios

¿Quién puede decir que nunca soñó? Según neurólogos y cantidad incontable de psicólogos, nadie. Porque es una función biológica y esperada del cerebro, lo que lo hace necesario. De modo que si no soñáramos, seguramente afectaría a la capacidad mental y el fino hilo de la cordura se cortaría, de una vez y para siempre. Así que es correcto decir que todos (excepto casos extraordinarios) nos sumimos al dormir en estos mundos fantásticos y desconocidos. En ellos, nos sentimos libres y capaces de hacer lo que sea, o quizás inhabilitados de hacer una simple acción como caminar o hablar. Igualmente, todos creamos en nuestros subconscientes estos mundos imaginarios, como me gusta llamarlos. Aunque, no siempre tenemos control sobre ellos. De hecho, muy pocas son las personas que pueden controlar sus acciones dentro de los mismos o la forma en que avanza el desarrollo del sueño. Hoy me gustaría hablar de esas personas. 

Orgullosamente, tengo que decir que me considero en parte miembro de ese selecto grupo de humanos que tienen la habilidad de controlar sus propios sueños. Pero eso sí, cuando tengo conciencia de que estoy en uno. Pienso que a muchos les debe pasar que estando sumido en el mundo de Morfeo, uno no se percata de que puede estar en la vigilia del sueño. Tal y como dice Descartes, muchas veces no podemos distinguir de la realidad y la fantasía de los sueños. Muchas veces, estoy en el traqueteo de mi vida diaria tratando de que las cosas me salgan lo mejor posible, lo cual es una empresa bastante difícil de afrontar, y en un suceso repentino acabo en mi pieza recostado en mi cama, todavía empezando el día; cuando en el sueño, el mismo estaba ya terminando. Son esas bifurcaciones entre lo imaginario y lo real, a lo que más le temo cuando voy a dormir. Porque así como los momentos tediosos se esfuman en un abrir de ojos, situaciones ideales e idílicas caen en pedazos con el sol de la mañana. Nadie quiere vivir un día malo dos veces ni obtener la ilusión de uno ideal.

Una peculiaridad que encuentro en mis sueños es que siempre comienzan como pesadillas, donde no hay brujas ni monstruos, o mansiones embrujadas, sino que habitan en él ciudades inmensas y poblados inverosímiles pero estos se hallan desiertos e invadidos por la niebla y la ruina. Como escenarios grises y cenicientos me persiguen a dónde quiera que vaya, y queda en mi poder la tarea de volverlos a la vida e impregnarlos del perfume de las historias que quedan en mis recuerdos. Sin embargo, no todas las historias de la memoria son dulces y armoniosas, ya que algunas ocultan una amarga sensación y un dejo a oscuridad. Y precisamente con esos recuerdos, las ciudades y pueblos de mis mundos imaginarios comienzan a llenarse de criaturas imposibles y sonidos de ultratumba. Entonces, la pesadilla se transforma en oscuridad. 

Por eso, el control en estos mundos es esencial. Tomar las riendas de los mismos depende de cada uno de nosotros, porque este grupo del que hablo no lo forman seres sobrenaturales o humanos prodigio, sino aquellas personas que utilizan el arma más poderosa que tenemos, y ella es nuestra imaginación. Así que es necesario y un objetivo extremadamente valioso el de hacerla crecer y enriquecerla con mundos imaginarios en vela y sueños eternos de grandeza. 

Porque con la imaginación podemos matar dragones que guardan castillos, hallar tesoros piratas escondidos en playas gigantes o viajar al espacio a planetas lejanos. Pero sin ella, es muy probable que nos zambullamos de lleno en la oscuridad de nuestros mundos internos de pesadilla.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Las pinturas negras de Goya

Hoy me gustaría escribir acerca de uno de mis artistas favoritos, el cual siempre supo como cautivarme y dejarme atrapado dentro sus mundos por horas. Este no puede ser otro que el gran maestro Francisco Goya, quién se ha ganado su reputación como pintor de grandes obras tanto revolucionarias como costumbristas. No obstante, el día de hoy, quiero enfocarme en una serie de pinturas que marcaron la última etapa tanto de su vida como de su arte, y estas se conocen con el nombre de "las pinturas negras de Goya". Repletas de imágenes sombrías y crudas, generan en el visionado de las obras una sensación tanto perturbadora como fascinante, que doblega hasta la mente más escéptica. Aquellas pinturas que Goya pintaba allá en el siglo XVIII surgían de la necesidad del artista de crítica social y de su personalidad plástica que lindaba siempre entre los mundos del realismo y la fantasía.  Gracias a su estética cruda y amenazante, esta serie, también llamada "Quinta del sordo", es considerada una de las antecesoras del expresionismo, junto a las obras de Vincent Van Gogh y Robert Munch.

A continuación, creo que sería interesante analizar alguna de estas obras tan características y extrañas de este importante personaje.


Dos viejos tomando sopa

Esta obra es una de las que se encontraba en la casa del artista a finales de su vida. Destaca con pinceladas fuertes y rebozantes de pintura las manos y las facciones del anciano de la izquierda, para resaltar la decrepitud y vejez del mismo. El anciano de la derecha se asemeja a un cadáver, utilizándose en él tonos más apagados y ocres, simulando la proximidad a la muerte. El hecho de que estén tomando sopa nos insinua la idea de la pobreza de los ancianos, debido a que la sopa era considerada el alimento de la plebe en esa época. Resalta en esta pintura la crítica social que implementa Goya en contra de la pobreza, la vejez y el mal trato que recibe la tercera edad en el siglo XVIII.



El aquelarre
En "El aquelarre", Goya se aleja un poco del criticismo social y se acerca más a uno de sus grandes amores: el fantástico. Sin duda es un género que el artista maneja muy bien (véase Asmodea) y eso se refleja aquí. Obviamente sin desviarse de los tonos característicos de la serie (pardos, ocres y neutros), logra plasmar en su pintura una visión de caos, vulgaridad, abominación y herejía muy temida en el siglo XVIII. Cabe destacar que fuera de la colección de "las pinturas negras", hay una obra que lleva el mismo nombre y su autor es el mismo. La diferencia radica en las tonalidades usadas y el estilo de pincelada usada.


Judith y Holofernes
El cuadro recrea la escena de la muerte del General Holofernes por la joven y bella Judith de Betulia, quien lo seduce para luego decapitarlo, con el objetivo de salvar a su pueblo del ataque de este terrible militar. Esta obra está basada en otra anterior del maestro Michelangelo Medisi da Caravaggio (1599). Se piensa que el impulso por el cual Goya se decide a pintar esta escena se debe a la relación que mantiene con su amante Leocadia Zorrilla (aparentemente mujer casada con otro hombre, por el apellido), la cual es mucho más joven, y por lo tanto genera en el pintor un sentimiento de castración y de ceder el poder a la mujer. Aquí se observa al detalle algo muy característico a todas las pinturas de la serie, que es el encuadre dislocado de la escena. Esto se aprecia al encontrar a Holofernes fuera de escena y a la criada de Judith en la esquina inferior izquierda arrodillada. Y nuevamente, la paleta de colores sigue sin variar de los tonos oscuros y pardos, con algunos tintes de rojo.



Dos mujeres riéndose de un hombre
En este óleo se abren las puertas de la interpretación y vuelve a sonar la melodía del criticismo social. Las dos mujeres observan en tono burlesco al hombre, el cual tiene una expresión boba y deforme, lo que puede establecer la pauta de que es un retrasado mental o como se le llamaba en ese entonces, un idiota. Si se mira con atención puede apreciarse que la mujer de la derecha se ríe del hombre, mientras que la otra observa en un tono más serio y altivo. Esto hace clara referencia al sufrimiento que eran expuestas las personas mentalmente insanas en ese tiempo y a la poca seriedad con la que algunas personas tomaban el asunto. Vale reconocer que la luz está enfocada en los rostros y las vestimentas, aludiendo por ellas a que estas personas no formaban parte de las clases altas.



Saturno devorando a su hijo
En esta obra, Goya hace referencia al mito del inicio del mundo, en el cual Saturno (Cronos en la mitología griega) derrota a su padre Urano, con la ayuda de Gea, esposa del mismo, y lo castra. Saturno se junta con su hermana Rea, y tienen a Démeter, Poseidón, Hera, Hades y Hestia. Pero al enterarse por parte de su madre que uno de sus hijos le quitaría el trono, apenas nacían Saturno se los tragaba. Pero cuando Rea concibió a Zeus, Gea lo escondió de Saturno y le dio una piedra que tragar. Luego de un tiempo, Zeus finalmente derrota a Saturno, libera a los hermanos que fueron tragados y lo destierra para siempre a vivir encerrado dentro del Hades. Esta pintura se caracteriza por el uso del rojo entre todos los tonos pardos y ocres, lo cual aumenta la crudeza de la escena. Los ojos de Saturno aparecen grandes y exaltados, reflejando el temor de perder su trono a mano de sus propios hijos.


Si bien no son todas las obras que contempla esta bella y oscura serie, son las más emblemáticas y conocidas. En mi opinión personal, la serie de "las pinturas negras de Goya" es una de las más importantes colecciones en artes visuales de la edad moderna y su atractivo no reside tanto en la belleza de las escenas sino en las particularidades de las mismas, el uso preciso de la técnica y la interesante elección de Goya en su paleta de colores. Sin más que agregar, Goya fue y seguirá siendo uno de los mejores artistas que caminó sobre la tierra.


jueves, 28 de febrero de 2013

Decepciones necesarias

Muchas veces esperamos cosas que sabemos que no van a suceder, pero igualmente mantenemos viva la esperanza de que, pese a todo, eso que anhelamos realmente va a pasar. Desafortunadamente, son muy pocas las veces en las cuales esta situación termina en buen puerto. Y esto desemboca en sentimientos o emociones desencontradas que nuestra mente intenta ocultar de nuestra consciencia. A pesar de los esfuerzos de nuestro estresado cerebro, la decepción se hace notar en la superficie y en algunos casos, puede no ser pasajera. Ahora mi pregunta es esta: ¿Por qué siempre dejamos que la esperanza nos domine si sabemos que lo que nos espera no es más que un disgusto? Y creo que la respuesta está en la naturaleza innata de cada uno de nosotros. Porque el hombre es un ser frágil y necesita de la esperanza para poder vivir, la esperanza de poder sobrevivir a un accidente de auto, a un desastre natural o incluso a un corazón roto. Entonces, creo que el dicho  "La esperanza es lo último que se pierde" es acertado, ya que es en esencia nuestra energía vital e iría en contra de nuestra naturaleza dejar de utilizarla. Por eso, la mejor opción es dejarla hacer lo suyo, que nos impulse a sentir, amar, tomar riegos y sobre todo a vivir. Y es que a veces son necesarias ciertas consecuencias no muy felices, porque al final, aunque duelan, ellas son las que moldean el carácter y nos hacen más fuertes. Podríamos decir que son decepciones necesarias, que no son eternas ni mucho menos poderosas. Solo hay que levantarse y seguir caminando, a la espera de algo grandioso al otro lado de la colina. 

La esperanza está en todos nosotros y es más fuerte que cualquier otra cosa, sin ella perderíamos definitivamente nuestro camino y es una empresa sumamente difícil volver a él.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Comenzando a caminar


Así como en todas las cosas, todo tiene un comienzo, una patada inicial. Y qué mejor ilustración que la de un camino, a riesgo de sonar cliché si se permite. Éste particular camino se va haciendo a medida que se avanza por él y depende de cada uno la velocidad a la que se lo hace. Pero este camino no es igual al resto. Es único y singular, ya que no tiene final, por lo menos que sea conocido por ninguno de nosotros. El destino es incierto desde que comenzamos a caminar y no se hace claro en ningún momento. Puede ser que veamos sombras o reflejos en el horizonte pero eso no significa que sean el final o lo que nos aguarda más adelante. Incluso puede ser que ni siquiera sean reales y que sean solo una consecuencia del largo viaje que llevamos. Por ello, siempre hay que seguir caminando, aunque las cosas parezcan difíciles en la distancia.

Muchas veces vamos a poder encontrarnos con otras personas construyendo su propio camino cerca del nuestro y podremos elegir si continuar juntos o separarnos. Esta elección es muy importante ya que dos caminos bien hechos son más fuertes que uno solo, debido a que si uno encuentra baches el otro puede ayudar a sortearlos. Pero si un camino es débil, es muy probable que el otro se debilite también. También, a lo largo del trayecto, podemos encontrarnos no solo con obstáculos y precipicios sino que con otros caminos que quieran transitar por el mismo lugar que nosotros o que quieran pasar por delante nuestro, bloqueándonos el paso. Afortunadamente, existen puentes y túneles que nos pueden ayudar a sortearlos.


A los lados del camino, hay lugares tanto hermosos y llenos de color como lúgubres y opacos, dolidos. Solo hay que saber buscar y observar, para que nuestro viaje sea lo más placentero posible. En mi caso, los lugares que quiero transitar son aquellos en dónde predominan el uso de las palabras, los microfilmes  las cintas de vinilo, la pluma y el papel y la esencia a óleo fresco. Términos mundanamente conocidos como literatura y el arte. 


En este día, yo inicio mi camino. No sé a dónde me va a llevar o por qué lugares va a ir. Pero sé algo que voy a hacer y eso es... seguir caminando.