lunes, 23 de febrero de 2015

¿Hacer o...?

¿Por qué es tan difícil 'hacer' y sobre todo por qué es tan fácil posponer eso que tenemos pendiente? Siempre me pregunto esto y la verdad es... que no puedo encontrar una respuesta sencilla. Muchas veces tengo como la necesidad de escribir algo o crear por el simple de hecho de hacerlo, en resumen: usar el lado derecho del cerebro. Pero después me encuentro invirtiendo mi tiempo en otras cosas, y la mayoría de las veces son actividades que no me satisfacen del todo pero que sirven de excusa para posponer lo que realmente quiero hacer. Muchos me dirán que en realidad no tengo ganas o que no me gusta eso que surgió en primer lugar, pero entonces ¿por qué surgió? Y más importante ¿por qué, si no me gusta, disfruto tanto al hacerlo? Es algo complicado que cuesta explicar, incluso cuesta plantear. Así que tratemos de estudiarlo como si fuera un fenómeno del mundo natural y como si nosotros fuéramos científicos reconocidos (desde chico siempre quise ser científico así que no desentono, demasiado). El tema sería algo así como "la patología de la posposición infundada", lo que implica que se repite en muchos contextos y situaciones humanas. Ahora, empecemos por desentraña dicha patología. 

Primero, necesitamos una población en la cual ubicar el fenómeno. Aunque la trama se complica cuando nos extendemos a todo el mundo y casi todas las edades. Sin embargo, podemos limitarnos a un rango específico (ya que yo pertenezco a él puedo dar una buena perspectiva del fenómeno): los jóvenes. Aparentemente, esta patología está presente en la mayoría de los adolescentes y jóvenes desde los 14 hasta los 25 años, por poner una escala. Estos se encuentran en edades en las que es difícil decidir ya que no tienen una idea muy clara de lo que quieren ser y hacer. La mayoría está cursando sus años de secundaria o de universidad y lo único que quieren es joda, vamos. Sin embargo, hay muchos que sí saben a lo que quieren dedicarse e igualmente padecen de esta patología. Es interesante también notar que la mayoría de ellos tienen computadoras con acceso a Internet, lo cual podría ser uno de los causantes.

Pero antes de abocarnos a las causas, remitámonos a un pensamiento científico (que supuestamente  somos científicos reconocidos) y avancemos con el segundo punto, los síntomas. Esta patología puede acarrear distintos efectos, como la falta de atención, el escaso deseo de levantar las nalgas del sillón y la necesidad fortuita de realizar las actividades más insípidas y banales, incluso a veces carecen de sentido alguno excepto cuando hay que justificarlas a los demás. Ahí el paciente crea propósitos nunca antes vistos por el hombre. Pero por sobre todas las cosas, el mayor síntoma es la posposición de prácticas que resultan placenteras y que al finalizarlas acarrean con ellas un dejo de plenitud, un alivio por haberlas realizado.

Y finalmente, en tercer lugar se encuentra el objeto de este análisis: el por qué de esta patología. Así que con todos los datos reunidos y la información recabada llego a la conclusión de que... no tengo ni la más mínima idea de por qué eso sucede, y cabe decir que tampoco tengo los medios ni las ganas de hacer un estudio acerca de este problema, eso se lo dejo a los psicólogos de investigación, ya que mi área es la lingüística y de psicología tengo alguna idea que otra, pero hasta ahí. No obstante, lo que sí puedo hacer es dar alguna perspectiva propia de cómo a mí también me pasa eso, y con una de las cosas que amo más que nada, que es escribir. Ya perdí la cuenta de las veces que me enojé conmigo mismo por estar haciendo otra cosa en lugar de estar escribiendo como me propondría algunos minutos antes. Y ahora creo que esto se está transformando en un testimonio de las causas de mi irregularidad para con el blog, aunque eso no sería del todo cierto porque con mis otras producciones me pasa lo mismo así que dejemos el tema de mi regularidad para otra ocasión.

Volviendo al tema, me encanta escribir, amo la sensación de poder crear un universo totalmente distinto del que estoy y ver cómo evoluciona por sí mismo. Sin embargo, siempre está presente el eterno tema de posponer mi tiempo de escritura porque estoy haciendo cualquier otra cosa que no tiene ninguna repercusión en mi vida, ni buena ni mala. A veces pienso que la razón de esto es que simplemente tengo miedo, miedo a no ser lo suficientemente bueno, miedo a que no me guste lo que escribo o incluso miedo a estar perdiendo mi tiempo. Otras veces casi llego a creer que en realidad no me agrada escribir tanto como pienso. Pero no, ninguna de esas razones es la verdadera, porque en ese sentido, no hay opciones verdaderas o falsas, solo hay una cosa que importa. Y eso... es la razón por la cual estoy acá un martes a las 02:43 de la madrugada con las manos pegadas al teclado: es que amo escribir. Y por eso, nunca voy a dejar que ningún tipo de patología o lo que sea que intente detenerme me impida hacer lo que amo. Si tengo que luchar contra esto por el resto de mi vida, lo voy a hacer. Porque vale la pena luchar por todo lo que nos acelera el pulso y le da sentido a nuestra vida, por todo eso que nos mueve y nos hace quienes somos.

Por eso, le digo e incito a todo el que me escuche a decirle Au revoir! a "la patología de la posposición infundada" y sí al impulso de hacer. Porque 'hacer' siempre es lo más difícil pero es lo que resulta más gratificante al final.



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